Datos
del Auto Hillman, Minx:
Modelo
1952, sedan 4 puertas, 5 pasajeros, motor numero
A-1088206, 35HP, 4 cilindros, factura 4549 de Automotriz
O´Farril, del 3 de febrero de 1953. No tengo el valor de
factura, pero recuerdo que eran como $23,000 de aquel
entonces.
Imagino que siempre será
emocionante saber que tuviste la suerte de salir
favorecido en un sorteo, en el cual se rifó un
automóvil nuevo o algún premio importante, sobre todo
si has puesto lo mejor de tu empeño para lograrlo. Sin
embargo, aunque la siguiente es una de esas historias,
tiene algunas importantes diferencias: el que menos lo
pensaba, salió favorecido y la ganadora oficial del
premio, dado que era menor de edad, tardó más de 5
años en poderlo utilizar. El que realizó todo el
esfuerzo y puso todo su empeño para lograr una mayor
participación en el Sorteo, ¡no le gustaba manejar
automóviles!
A continuación podrán enterarse,
en palabras de los propios usuarios de aquel venerable
vehículo, de que manera, por demás inesperada, llegó a
nuestras manos, como se dieron ciertas
coincidencias y cuantas increíbles anécdotas se
generaron a su alrededor.
Escribió Chela, ELE III:
febrero 9 de 1998
Así
que continuando el tema de los carros tomado por la
Elefanta IV, yo diré que cuando tenía 13 años me gané
un automóvil en un sorteo del periódico, supongo que
habrá sido El Universal porque era el que mi Papá
compraba. Bueno, resulta que había una promoción
que se llamaba Telemarcas, en el periódico
publicaban una tabla de lotería, pero en lugar de los
símbolos de las cartas, tenía marcas de diferentes
productos. Después había un programa de radio en
donde se corrían las Telemarcas como lotería y uno
tenía que marcar las tablas. Así que en cuanto la
tabla se llenaba se cambiaba por un boleto para el
sorteo.
Mi
Papá, no solamente las recortaba del periódico, sino
que también les preguntaba a sus compañeros
en la oficina si compraban el mismo periódico y si no
estaban jugando las Telemarcas les pedía que recortaran
las tablas y se las dieran a el, así acumulaba más
copias. Todo eso estaba muy bien, el único
problema era que en la casa, nadie, pero absolutamente
nadie, quería sentarse a oír el programa y llenar las
tablas.
Así
que aquí, otra vez, Papá que tenía que trabajar, se
veía precisado a investigar por su cuenta, cuales marcas
habían salido en el programa de radio, para llenar
las tablas y conseguir sus boletos. El ponía los
boletos a nombre de todos nosotros los hijos y también
de Mamá y de él mismo.
Un
buen día, resulta que uno de mis boletos salió
premiado y vean como pasó.
Manolo,
el Elefante I, había ido al Sorteo porque tenía de
visita a algún primo o algo así y decidió llevarlo al
programa de televisión para ver a los artistas. Cuando
sacaron mi boleto, mis amigas me empezaron a llamar por
teléfono inmediatamente, pero yo no lo creía, porque
pensaba, bueno, si fuera cierto Manolo está en el sorteo
y ya hubiera hablado. Pero en primera él no podía
conseguir teléfono y en segunda él número estaba
ocupado, ¡con todas mis cuatas dándome la
noticia!
Aquí
me voy a desviar un poco para explicar por que no les
creía a mis amigas. El caso es que mis amigas y
yo, teníamos la costumbre de vacilar gente por
teléfono. Una de las especialidades que me viene a
la mente era llamar a las funerarias y preguntar si
tenían cajas redondas y cuando decían que no, la
respuesta era: ¡Que lastima, porque el muerto ya se hizo
rosca!
Escribió Manolo, ELE I,
10 de febrero de 1998
De lo
que platica Chela del auto Hillman (Hombre Colinita
le decía mi amigo Rodolfo Guerrero alias El Angelito),
la narración esta muy completa y en verdad así fue,
solo debo agregar algunos detalles que recuerdo...
El
Hillman era un carro Inglés (por algo habrás ido a dar
allá Chela), era modelo 1952, color café obscuro y en
esa época, creo que todavía no llegaba el VW sedan a
Mexico, así que junto con otro modelo, el Ford Ingles
(que tenía Tere Turnbull, una amiga de Chela allí
en la calle de Nogal), eran de los carros más
pequeñitos que circulaban en la ciudad y llamaban mucho
la atención. La gente les decía las
pulguitas y entre otras monerías del carrito
tenía unas manitas, pequeñas flechas una de
cada lado del carro, que se operaban para indicar que
ibas a dar vuelta a derecha o izquierda. Esto no existía
entonces en los carros americanos, pues las direccionales
salieron después del año 1960, y por lo tanto las
"manitas" que se iluminaban por la noche,
llamaban mucho la atención.
Chela
dice que el periódico era El Universal, pero creo que en
esa época Papá compraba El Novedades y efectivamente mi
primo Juanito Botello, estaba recién llegado a Mexico y
fuimos por una de esas coincidencias que suelen darse, a
ver un programa de televisión en el Estudio A de
Televicentro en la Avenida Chapultepec (el que sé cayó
en 1985). Aquello era algo más que espectacular por
entonces, así que decidimos ir pues recuerdo que era el
Sorteo del periódico Novedades, con muchos artistas
participantes, también recuerdo muy bien que
estábamos sentados en las últimas filas mirando
embobados el espectáculo y los movimientos de cámaras,
luces y el boom del micrófono, cuando llegó el momento
del Sorteo de Telemarcas, que era como un complemento y
para ello debo decir que en la casa no teníamos tele,
pues ya el otro día sacamos por deducción, que la
primera que se compró llegó cuando Chela entró a
trabajar a la ENGUM y según dijo fue en diciembre de
1954, o sea que llegó hasta 1955, y por lo
tanto ellos en la casa, no podían ver el sorteo.
Cuando
dijeron que la ganadora del carro de Telemarcas era
Graciela Aguirre, yo me quedé como idiotizado, sin saber
que decir, ni que hacer, para eso Juanito que era muy
serio voltea y me dice -Oyeee es Chelita, es
Chelita- y yo como menso no sabia si debía pararme y
decir allí que era mi hermana, pero no, no lo hice, pues
era muy penoso y decidimos que lo mejor era salir a la
calle a buscar uno de los escasos teléfonos de
estanquillo (estanquillo = miscelánea = tiendita de la
esquina) para hablar a la casa, porque eso si, ya
teníamos teléfono y no me acuerdo del numero ahora
(a ver digan si era 16-62-67). Así que llamamos creyendo que les
íbamos a dar la gran sorpresa y resultó que ya todos lo sabían en la
casa...
Días
después, Chela fue con Papá a recibir el premio a la
Televisión y se los entregaron en vivo, en un programa
que pasaba por la tarde, de manos del después muy famoso
cómico Clavillazo, el de las manos que hablan.. - no
maaaas -. Nosotros nos fuimos a verla en la tele de la
Nevería, que estaba en la esquina de Sor Juana e
Instituto Técnico Industrial hoy Circuito Interior.
Muchas
anécdotas del Hillman habría que contar después, como
aquella que ya nos platicara Chela, el día que decidió
enseñar a manejar a Papá, cuando vivíamos en San Pedro
el Chico...
Continúa Chela:
Bueno,
hay una cosa que quiero aclarar y es que probablemente
pensarán que de donde salieron los comentarios del
Hillman si ni Elefante I ni Elefanta IV habían dicho
nada al respecto, pero la razón por la que me vinieron
recuerdos fue lo que Elefanta IV platicó de sus
aventuras con el VW compartido con Chacho.
¿Y por
que me acordé del Hillman? Bien, pues resulta que
yo tenía solamente 13 tiernos años y naturalmente no
estaba en edad de conducir. Como Papá no manejaba,
el candidato natural a manejar el vehículo tenía que
ser por supuesto el Elefante I. Así que La
Pulga Pedorra como le llamaban algunas gentes,
pasó a ser de su propiedad. Años más tarde,
cuando nos cambiamos a San Pedro el Enano, (1958) -para
entonces yo ya tenía 19 años- el Elefante I me dijo que
como él iba a tener su Fiat de CYPESA, era conveniente
que yo aprendiera a manejar y heredara por fin el Hillman
Minx. Sin embargo como el Elefante I no es
exactamente famoso por el frecuente mantenimiento a sus
vehículos, la pulga tenía uno que otro problema que él
había solucionado a medida que se
presentaba. (Ojo Huicho, si hubieras tenido al Elefante I
de cliente, ¡te hubieras hecho millonario!)
Pues
bien, para no hacer el cuento tan largo, les diré que
uno de los problemas de la pulga era que al llegar a los
altos se paraba el motor. A veces arrancaba de
nuevo, pero muchas veces no. Entonces yo tenía que
cargar en la pulga, una botella con gasolina porque la
única forma de echarla a andar otra vez era
desconectando una manguera que iba al carburador,
echándole al carburador un chorro de gasolina y luego
¡bombearle con la mano! Por supuesto para esta
intrincada operación se necesitaban dos personas, yo
misma para la bombeada y alguien más adentro de la pulga
para acelerar en cuanto yo empezara a gritar. ¿Se
imaginan el show a media calle?
Como si
lo anterior no fuera suficiente, el freno de mano tampoco
funcionaba, así que me tuve que convertir en una experta
para mantener el balance entre el clutch y el acelerador,
si me tocaba un alto en subida. Lo peor de todo era
que tenía que pasar de ida y vuelta por el Puente de
Nonoalco y en cuanto me aproximaba al puente le rogaba a
todos los santos que no se me fuera a parar la pulga.
Afortunadamente nunca sucedió. Un tiempo después
el Elefante I se compadeció de mí y me ayudó a comprar
un Fiat 1100 igual que el suyo amarillo, solo que el mío
lo pinté de rojo y le cambié la vestidura y me quedó
muy bien.
La
pulga pasó a ser propiedad de Elsa y Héctor y después
ya no sé que paso con ella.
Escribe Manolo: febrero 12
de 1998
De lo
que comenta Chela de la Pulga Pedorra, tiene razón, pero
debo aclarar que para mí fue algo no esperado, es más
ni siquiera deseado, pues me transportaba eficientemente
a través de los desaparecidos y para mí gusto personal
eficientes TRANVIAS, mediante mi abono mensual, para el
cual Papá me daba dinero.
Cuando
llegó el Hillman, el impacto fue tremendo pues Papá
nunca había manejado, ni le gustaba y la última vez que
habíamos tenido carro a la puerta de la casa, fue en
1939-1940, cuando él trabajó en la Secretaría de
Comunicaciones (SCOP) y no solo eso, sino hasta chofer.
El puesto de Papá era tan importante que entrábamos al
Palacio de Comunicaciones (enfrente del Palacio de
Minería en Tacuba) por la puerta principal y
estacionábamos el auto dentro del palacio.
Nunca
sabré porque Papá le tenía tanto miedo a manejar, pero
supongo que alguna vez, por allá en los años 30,s, se
llevó algún susto cuando intentó aprender. Recuerdo
que Elsa tiene unas fotos de por allá de Chihuahua adonde
Papá está retratado junto a una de las que ahora
llamamos carcachas, pero que entonces eran carrazos, en
medio de la nieve.
Así
que cuando llegó el Hillman, aunque era modelo 1952 lo
recibimos en 1953, Chela era menor de edad, Elsa
también, Papá no manejaba y Mamá menos y ante tal
situación todos decidieron voltear a verme y apuntando
con el dedo me indicaron -TU TIENES 18 AÑOS, TU LO
VAS A MANEJAR-
Así
que sin haber soñado jamás con tener un auto, bueno no
digan auto, sin haber tenido jamás una bici, de pronto
estaba allí el Hombre Colinita, entregado a las puertas
de mi hogar y la verdad es que entonces si les diré que
lo veía hasta en sueños, pero no de gusto sino porque
me daban muchos nervios tener que aprender a manejarlo.
Pero la historia es muy larga, así que vayamos por
partes y como decía en las noticias del radio de
los 50,s Don Felix F. Palavicini...
HASTA
AQUI HOY, CONTINUARE MAÑANA
Continúa Manolo, ELE I,
varios días después:
Cómo
suele suceder, la llegada del Hillman no solo trajo
alegría y satisfacción, pues como ya dije, nadie sabía
manejar, nadie tenía licencia, nadie sabía nada de dar
mantenimiento a un auto y para colmo... ¡no teníamos
garaje donde guardarlo!
Así
que Papá tenía que resolver todo aquello y de
inmediato.
Yo
recuerdo que casi enfrente de la casa en una
cerrada (que no era cerrada) de la calle del
Nogal había vivido una amiga de Elsa que se apellidaba
Sabatini (como la tenista) y se llamaba Lety, pero creo
que para entonces (1953) ya se habían cambiado y en la
misma casa donde ellos vivían, Papá consiguió con los
nuevos inquilinos que nos rentaran un garaje que no
ocupaban, de tal forma que cada vez que íbamos a sacar
el carro, teníamos que dar la molestia de tocarles, para
que nos dieran permiso de abrir el garaje, lo cual no
dejaba de ser una lata.
Para
sacar la licencia en aquellos años, era verdaderamente
difícil pasar el examen de manejo en el D.F. y por eso
Papá pensó que lo mejor era que consiguiera la licencia
en el Estado de Mexico y que la Pulga Pedorra, tuviera
mientras tanto, placas del EDOMEX. Así que como siempre,
Papá recordó que Aquilino, el que era esposo de Tony en
aquel entonces (Tony hija del primer matrimonio de mi
tía Margarita, esposa de mi Tío Luis, hermano de Papá)
era el Presidente Municipal de Chalco y allí fuimos a
dar, pues aprovechando su influencia me dieron mi primera
licencia de manejo, ¡claro sin saber manejar!
Nunca
se le cerraba el mundo a Papá y más pronto de lo
esperado llegó el día en que me dijo, que un amigo de
la Oficina (Secretaria de Recursos Hidráulicos) vendría
un fin de semana para iniciar las clases de manejo y así
sucedió. En verdad fue un excelente instructor y me
enseño muchas cosas muy prácticas que yo desconocía y
que aun sigo utilizando. Por fin un día nos dijo Papá
que íbamos a ir con este señor a un juego de fútbol
que hacían el fin de semana y salimos desde la casa, por
lo menos recuerdo que iba Papá, Chela, creo que Elsa
también, el instructor y yo. Mamá no iba. Me dejó que
manejara y fue la primera vez que tuve que cruzar el
Puente de Nonoalco, que entonces tenía doble
circulación. Él nos comentaba en el camino,
varias cosas que jamás he olvidado, entre ellas
recordaré solo dos: - siempre vigila tu espejo
retrovisor, mira quien viene atrás de ti, que carro es,
que placas tiene, como es el conductor, si no viene
distraído, ebrio o adormilado y cuantas personas vienen
con él, fíjate si guarda su distancia y si tiene
intención de rebasarte, sobre todo si lo hace por la
derecha, pues habrá un momento en que no lo vas a ver,
ni en el espejo, ni a tu lado- y otra cosa, -
cuando te estaciones junto a una banqueta, toma de
referencia tu línea de vista desde tu asiento
alineándola con el escudo en el centro del cofre de tu
carro (entonces todos traían) y el filo de la
guarnición de la banqueta, si así lo haces, nunca vas a
rozar las llantas de tu carro con la banqueta -.
Mientras
jugaban el partido de fútbol, recuerdo que aquello era
un campo de tierra y nosotros estábamos estacionados en
un amplio espacio y empezamos a mover el carro para un
lado y otro, adelante atrás y dando vueltas en círculo
y ya se imaginarán la cantidad de tierra que debemos
haber levantado y como habrá quedado de sucio el pobre
carrito, que era de color café obscuro y acabó casi
gris... Papá estaba viendo el juego así que los que
estábamos en el carro éramos los tres huercos Aguirre
divirtiéndonos como enanos.
Poco a
poco aprendí, pero como dije no estaba preparado y me
ponía muy nervioso de manejar en el tráfico intenso,
para colmo un día saliendo a la calle de Cedro, paralela
de Nogal y de un solo sentido, asomo la trompa (no la de
elefante, la del Hillman) en la esquina y volteo a mirar
de acuerdo al sentido de la calle y me sale una
motocicleta de la policía con sidecar (azules) que
venía en sentido contrario y sin sirena. Terrible
enfrenón y susto pero que por fortuna no pasó a
mayores, pues los policías aunque se bajaron de su moto,
reconocieron su culpa y se fueron sin antes recitar el
consabido - maneje con mas precaución jovencito-.
Lo que
sí paso a mayores, como Chela ya lo dijo, fue la falta
de mantenimiento adecuado, pues no sabíamos ni papa
(patata) de carros. Como nos lo sacamos en un sorteo
nunca lo llevamos a la Agencia (que era la famosa
Automotriz Ofarril, entonces distribuidora de los autos
de lujo marca Packard) y en esa época los carros
requerían de un asentamiento paulatino del motor y de un
cambio de aceite a cierto kilometraje para que salieran
posibles sedimentos que se acumulaban en ese período.
Pero nunca lo hicimos..... Cuando a Papá se le ocurrió
que lo lleváramos a hacer el servicio y cambio de aceite
ya había transcurrido mucho tiempo y eso debe haberle
hecho daño al motor.
El
carro se usaba poco y yo nunca lo llevé a la Escuela,
bueno la verdad es que nadie llevaba carro, apenas si uno
que otro maestro podían darse ese lujo.
Años
después, ya en la ESIME y que Mario y yo comenzamos el
negocio de embobinado de motores, el Hillman se
convirtió en imprescindible y andaba para arriba y para
abajo, eso ya fue en 1955. También fui chofer de Papá,
cuando fue agente de ventas de Publicidad para el
directorio Rolland y lo llevaba a todas las fábricas que
él visitaba.
La
anécdota que jamás podré olvidar, fue el día que Elsa
no llegaba. (ya les he platicado como soy de preocupón).
El
primer trabajo de Elsa fue en la calle de Mesones, en
pleno centro, en una bodega de café en grano de Mario
Fernández, amigo y paisano de Papá, lo que después se
convirtió en Industrias MAFER, allí comenzó a trabajar
cuando tenía menos de 16 años, pues no la aceptaban por
la edad en ningún otro lugar. Por esa época yo me
imagino que andaría el NIÑO dando guerra, pues cayeron
muy fuertes aguaceros y se inundó terriblemente y por
muchos días el centro de la ciudad y Elsa tenía que
llevar botas para poder cruzar las calles, pero ese día
seguramente de 1953, Elsa no llegaba y Mamá estaba muy
preocupada y claro yo también (igualito que ella).
Cuando
Papá considero que ya era tarde, pero no era de noche
aún, me dijo -saca el carro- y se subió conmigo y le
pregunte a donde íbamos, a mí me temblaba el pie en el
acelerador y tenía las manos frías, nada más de pensar
que algo le pasara a mi hermana.. y me dice -a la Cruz
Verde-, y bueno la Pulguita Pedorra salió disparada
rumbo a la Cruz Verde, que estaba muy cerca de la casa.
No había nada allí y entonces Papá según recuerdo
decidió que antes de ir a la Cruz Roja regresáramos a
la casa... ¿ y que creen? Pues ya había llegado la
Prieta (como le decía Papá). Ella, espero nos amplíe
un día de estos lo que sucedió.
A mí
me volvió la temperatura a las manos y regrese muy feliz
la Pulguita a su Garaje.
Continúa escribiendo Manolo, ELE
I:
La
historia del Hillman siguió su curso y vino a coincidir
con mi entrada a la escuela profesional, a la ESIME,
aunque ya les he comentado que no lo llevaba a la
escuela, pues aparte de todo, no había dinero para
gasolina.
Pero si
podía sacarlo en ocasiones especiales y poco a poco fui
tomando confianza en el manejo del vehículo y
aprendiendo más de su motor y de las partes que lo
componían.
Era un
carro que traía un motor de máximo 35HP, pero con una
carrocería muy pesada, construida a conciencia y con
lámina bastante gruesa, por lo tanto su aceleración era
muy pobre y tenía poca potencia en las subidas. A cambio
de ello era un auto sumamente sencillo y muy fácil de
aprender a reparar y darle relativo mantenimiento (oye
Huicho sí como dice Chela entonces hubiera sido tu
cliente, no me sacas ni un quinto, porque no tenía).
Como yo
veía que uno de nuestros vecinos de Nogal, tenía un
carro Ford, modelo 1952 de 2 puertas, que cuidaba
muchísimo y se la pasaba lavándolo y sacándole brillo,
pues yo también fui aprendiendo y sacaba mi carrito, lo
estacionaba junto a la banqueta, enfrente de nuestra casa
y allí lo lavaba de vez en cuando y además fui
aprendiendo a desarmar el carburador, el distribuidor y
ajustar las balatas de los frenos. No iba al taller, todo
se le hacía en casa.
Al entrar
a la ESIME conocí a Mario Ramírez y a Rodolfo Guerrero,
que eran dos apasionados de los autos, las motos y hasta
de las carreras. Por cierto el hermano de Mario, se
llamaba Ricardo Ramírez y tenía un Taller Automotríz,
pero lo más interesante era su afición por correr
autos y por lo tanto ya había participado
profesionalmente en algunas de las anteriores Carreras
Panamericanas y allí se había hecho famoso.
Lo
chistoso del caso es que era muy buen mecánico, llegó a
formar parte del Equipo México, pero nunca ocupaba
buenos lugares y se había ganado el mote de "El
caballero del volante" tan solo porque en una de las
carreras Panamericanas que se hacían de frontera a
frontera y en varias etapas, había preferido abandonar
la competencia con tal de auxiliar a la única mujer que
competía y que se había quedado a medio camino, con su
vehículo descompuesto. Así Ricardo, había descendido
de su auto y caballerosamente le había prestado auxilio
a Teresita Panini, como digo la única competidora del
sexo femenino. Anécdota que quedó para la historia y lo
hizo famoso.
Así que
Mario, Rodolfo y yo empezamos a ser amigos desde 1953 y
poco después se nos unió Georgel.
Para 1954
a Rodolfo que era de buena posición económica y vivía
en Polanco, sus papás le regalaron un carrito nuevecito,
era un Opel, alemán, y a su mamá le gustó que fuera de
color de rosa. Imagínense al Angelito en su carro color
de nubes rosadas. A el le valía y el caso es que ya
teníamos dos carros para poder usarlos, no tanto en la
escuela, pero si cuando salíamos a volar avioncitos
(acuérdense de Puebla) o a ver por ejemplo las carreras
de motos en La Marquesa. Allí me tocó conocer a Ricardo
Rodríguez, bueno tan solo como competidor, que era
buenísimo en aquellas competencias que eran de
cross-country y las motos casi volaban. Ricardo
Rodríguez a sugerencia de su papá dejó las motos por
peligrosas y le dio apoyo para que corriera automóviles,
por desgracia tanto el cómo su hermanos Pedro, murieron
en accidentes, uno de ellos en el mismo Autódromo de la
Cd. de México, que por eso lleva el nombre de ambos.
Para
fines de 1954, tanto Mario como yo andábamos muy
entusiasmados con el negocio de embobinar motores, pues
creíamos que dejaba mucho dinero. Como en el grupito de
los 4 (que se llamaba el Equipo Lancia, que era una marca
de auto europeo) molíamos mucho con lo de los motores y
estábamos entrando a vacaciones largas, diciembre y
enero, Georgel nos dijo que en su casa tenía un buen
taller y que si queríamos podíamos empezar allí. A
partir de ese momento el Hillman se volvió
indispensable, pues se convirtió en el medio de
transporte de los "maistros", que éramos
nosotros mismos y en el cual transportábamos los
motores. La historia de cómo surgió MyM la
contaré en otro capítulo, pero aquellas vacaciones, que
fueron por demás divertidas, pues mientras dos de
nosotros trabajábamos en algo, los otros dos se echaban
un juego de ping pong en la mesa que estaba allí junto
al taller de Georgel.
Volviendo
al Hillman recuerdo que por entonces, suponía yo saber
bastante de electricidad y pensé que si alguien me
robaba mi pulguita pedorra, me iba a morir de coraje,
pues para entonces ya era importante y tenía un sentido
él usarla. Así que uno de esos días que la sacaba y la
ponía enfrente de la puerta de la casa de Nogal 53,
decidí instalarle un interruptor secreto, que
ingeniosamente cortaba el suministro eléctrico al
distribuidor y no arrancaba, cuando lo dejaba
desconectado.
El
Hillman se estacionaba dentro de un jardín de la casa de
Georgel que vivía en Tacuba y allí quedaba mientras
"trabajábamos". Comentando sobre el
interruptor contra robo, los dos expertos en autos que
eran Mario y Rodolfo, me echaron una apuesta de que ellos
se lo encontraban rápido y fácil, así que les di las
llaves del Hombre Colinita y se dieron a la tarea de
"robarse" mi carro. Para mí fue increíble ver
que los expertos y además estudiantes de segundo
año de carrera de ingeniería eléctrica. ¡no se lo
pudieron encontrar, ni lo pudieron arrancar! Y
tuvieron que pasar la vergüenza de que yo les dijera en
donde estaba y como lo había conectado, para que no
fuera fácil descubrirlo.
Esa fue
otra de las anécdotas del Hillman y de las monerías con
que contaba..
Cuándo
volvimos a clases en febrero de 1955, Rodolfo y Georgel
perdieron el interés por el taller y continuamos Mario y
yo solos, instalándonos en el cuarto de servicio de
Nogal, que tenía una preciosa escalera para subir a la
azotea, ¡empinada casi a noventa grados!.. El caso es
que allí reparábamos lo motores y los transportábamos
en el Hillman.
Un día
circulando por el Monumento a la Raza, claro en ese año
no había distribuidor vial, pero si había cafres del
volante desde entonces, íbamos Mario y yo manejando
tranquilos, cuando un tipo me rebasa por la derecha y
enfrente del monumento se nos cierra y ¡zácatelas! se
engancha su defensa con la salpicadera delantera del
Hombre Colina y la deja hecha un verdadero
acordeón. Nos bajamos, discutimos, nunca llegó ningún
agente y el tipo nos sacó (ya había desde entonces) una
charola de no sé que corporación y nos dijo -
Háganle como quieran, yo no les pago nada - y se subió
a su carro y nos quedamos allí como el chinito - nomás
milando-.
Mario,
dijo entonces, no te preocupes Manuel, pues sabía que no
tenía dinero para la reparación, vas a ver como
nosotros mismos le sacamos el golpe..
Fuimos a
dar al taller de la casa de Georgel y allí con algunas
de las herramientas que él tenía fuimos tratando de
darle forma y evitamos que la rueda rozara con la
lámina. No fue mucho lo que mejoró y acabamos
enviándolo al taller de Ricardo Ramírez, que no era
nada barato, pero hizo una excepción y nos lo arregló.
Como ven,
desde entonces siempre andaba metido en las más
disímbolas labores y cuando algo le fallaba a la
pulguita, procurábamos meterle mano. Un día andaba
fallando el pedal del clutch y como el domingo no
trabajaba el taller de Ricardo, Mario me dijo que
allí tenían toda la herramienta que necesitábamos y lo
llevamos allí. Yo me metí debajo del carro, mientras
Mario estaba viendo algo del carro que él había llevado
y me puse a forcejear con unas tuercas que estaban muy
apretadas. En un descuido mío la llave que estaba
jalando con todas mis fuerzas, se zafó de la tuerca y me
dio un golpe fuerte en la ceja derecha.
Me salí
rápidamente de abajo del carro y al verme Mario se
espantó, pues me estaba saliendo mucha sangre de la
ceja. Allí mismo con el botiquín del taller, él me
ayudó a controlarla y cuando llegué a Nogal y vio la
herida Mamá determinó que tenían que coserme y
debíamos ir con el boticario de la esquina a que me
viera. Yo no quería ir, pero terminé por aceptar y este
señor, que ya no recuerdo su nombre, se encargó de
reparar el daño. Los boticarios entonces no solo
recetaban sino que también ponían inyecciones y como
este señor solían hacer curaciones; el caso es que me
dio por lo menos 4 puntadas y en realidad hizo muy buen
trabajo, pues aunque la ceja cubría la herida, la
costura no quedó fruncida. Hoy con el paso del tiempo,
la cicatriz ya no está detrás de la ceja, se ha ido
moviendo hacia arriba y de manera casi imperceptible
quedó por allí como un recuerdo indeleble de nuestro
buen amigo el Hombre Colinita. Digamos pues que sigo
portando todavía ¡La marca del Hillman!
Escribió Héctor Galán Pane,
ELE XI: marzo 6 de 1998.
Aquí
Elefante XI les saluda y ahora me recuerdo de dos
grandes anécdotas, la primera de ellas, también
relacionada con el famosísimo Hillman.
Una
noche de hace algunas décadas íbamos Manolo, Chela, la
Prieta (tía Elsa) y yo circulando por la calle Puente de
Alvarado a la altura del Jardín de San Fernando, no
recuerdo bien a donde nos dirigíamos, pero si recuerdo
que era época previa al tradicional juego de fútbol
americano entre Pumas y Poli, al igual que hoy en día se
acostumbraba que días previos al clásico los hinchas de
ambos equipos salían a las calles a quemar los símbolos
del equipo contrario o sepelio de la mascota contraria;
pues bien, esa noche nos tocó el famosísimo entierro
del Puma, por parte del Poli, y para nuestra desgracia
los, del Poli pensaron que nosotros éramos miembros de
la UNAM, y comenzaron a mecer entre unos quince o dos
mil, quizá doscientos mil estudiantes, (bájale) el
pobre Hillman obviamente con nosotros dentro del mismo.
Gracias a que Manolo, les mostró su credencial de la
ESIME, nos dejaron en paz.
Abur,
aquí termino de contarles un capitulo más del
famosísimo Hillman.
Escribió Manolo, ELE I: , 6 de
marzo de 1998.
Efectivamente,
esa es una muy buena anécdota del Hillman y la tengo muy
bien grabada, pues como dice Hector yo iba manejando
rumbo al centro y al llegar a la esquina de Puente de
Alvarado (Prolongación de San Cosme) esquina con
Guerrero, nos encontramos con una manada de estudiantes
del Poli que nunca supe de donde y como salieron, pues
cuando nos dimos cuenta ya estabamos rodeados y como le
dice Chela, la Pulga Pedorra se mecía hacia adelante y
hacia atrás, acosada por la turba. (ya comentamos antes
que en aquella época los carros pequeños llamaban mucho
la atención)
El grupo
efectivamente solía hacer un recorrido desde el Casco de
Santo Tomas y hasta la Avenida Bucareli, muy cerca del
Caballito y donde se encontraban todas las redacciones de
los Periódicos, a fin de que el día siguiente salieran
publicadas las fotos de la Quema del Puma. Lo mismo
hacían los Universitarios, pero generalmente en día
distinto para evitar enfrentamientos.
Entre
gritos y porras y ante el espanto de Elsa, Chela y si no
mal recuerdo alguien mas nos acompañaba, quizá
Que-Tapando, pude reaccionar con rapidez y saliendo del
carrito, logre sacar mi credencial de la ESIME y calmar
los ánimos, pues de otra manera quizás y por lo menos
habrían cargado entre todos el carro y a lo peor
voltearlo.
Entre
gritos de -Ya déjenlo es del Poli- y las porras del
grupo que circulaba hacia el Caballito, todavía uno de
los vándalos alcanzo a darle una patada al carro en una
de las salpicaderas trasera. ¡Vaya susto!
Escribió Héctor Galán Pane,
ELE XI: marzo 11 de 1998.
También
puedo ver que estas remembranzas nos ayudan a sacar del
archivo muchos gratos recuerdos, por cierto y antes de
que se me olvide el hecho de la porra contra el Hillman,
no creo que haya sido en 1953 o 1954 como mi cuñadazo
cree, pues la Prieta me echó los perros el 14 de mayo de
1954 y no entré a la casa de nogal 53 de inmediato, pues
la Chelona no me soportaba
Hablando
de la Prieta yo quisiera que todos ustedes la feliciten
por su aguante durante 3 años 9 meses y un día lo que
equivale a 1,351 días, que es igual a 32424 horas, que
es igual a un chorro de minutos que me soportó como
novio, para finalmente llegar al altar el 15 de febrero
de 1958, o sea hace nada mas ni menos que cuarenta años.
Escribió Manolo, ELE I: , 12 de
marzo de 1998.
Que bueno
que me das estas fechas cuñado, pues ya tendré
oportunidad de escribir algo sobre ustedes (Hector
y Elsa) mas delante. Lo del Hillman por lo tanto tendría
que haber sido entre el segundo semestre del 54 y hasta
el 56, pues yo salí de la ESIME en noviembre de 1956 y
como tu acertadamente dices, todavía estudiaba... Hay
otras anécdotas del Hillman que contare enseguida..
Ya
ubicados en el tiempo es muy probable que el asalto de
los vándalos haya sido en 1955 y posiblemente esta otra
anécdota que recuerdo fue también en noviembre de 1955.
El juego
Poli-UNAM de fútbol americano, era todo un
acontecimiento, era el clásico y siempre era en
noviembre y por lo general la final que determinaba el
Campeonato. Desde luego era más que un
Guadalajara-America de estos tiempos, era un verdadero
clásico estudiantil y los jugadores daban todo por los
colores de su Institución, prácticamente a cambio de
nada, simplemente por la gloria efímera de haber
participado en él. Todavía a la fecha, el fútbol
americano en México es un deporte eminentemente amateur.
Así que
ir al juego también era un rito, incluso desde la compra
de los boletos, que se hacía con muchas semanas de
anticipación en Deportes La Ansco del mero centro de la
ciudad, sobre la calle de 16 de septiembre, esquina con
Gante y enfrente del viejo edificio de la Cía de Luz y
Fuerza.
Para mí
en esos años, ir al Poli-Uni era mi obsesión y lo
esperaba con ansia todos los años. Pero en esa ocasión
algo fue distinto y un buen día Mamá me dijo: - Oye, que
Hector Galán quiere ir con ustedes al juego -
La verdad
es que conocía bien poco a Hector y le dije: - Uy, pues
no creo que le guste, porque nosotros nos vamos al
estadio desde las 9 de la mañana y el juego empieza a
las 3 de la tarde -
El caso
es que el ELE XI aceptó y estuvo allí tempranito en el
estadio de CU, para entrar con toda la bola a ganar
buenos lugares y así pasar nuestro "día de
campo" sentados en el estadio. Mi grupo de amigos de
fútbol americano, era bien distinto de Rodolfo, Georgel
y Mario, todos ellos habían sido amigos de escuela pero
de antes de llegar a la ESIME, por ejemplo Fernando
Muñoz había sido mi amigo desde la Prevocacional y
vivía en la Colonia Guerrero, eran digamos que menos
refinados, pero la verdad más divertidos.
En el
estadio había que pasar el rato y solíamos llevar desde
lonas para hacer casita y protegerte del sol y
naranjazos, hasta dominóes, barajas, damas y ajedrez
para entretenerte, aparte desde luego, los periódicos
deportivos como él Esto y La Afición, imprescindible el
Aquí, que era exclusivo de fútbol americano y las
tortas y refrescos, sin olvidar los binoculares, que me
había dado el Tío Alfredo. No había aún radios de
transistores y los portátiles eran unos monstruos y
además muy caros. (Transoceanic)
Y así
entre porras, naranjizas, lecturas, juegos y bromas
transcurría el día hasta que iniciaba el juego. Aquel
día supongo que ganamos, pues salimos felices del
estadio, rumbo al estacionamiento adonde fiel nos
esperaba la Pulga Pedorra, debo decir que aparte de
Hector y yo, venía Fernando Muñoz y por lo menos 3
amigos más, todos trepados en el pequeño vehículo.
Fernando
era muy amigo de un sastre que tenía su negocio en
Guerrero y ese día le prestó un bombín, igualito que
los de Charles Chaplin y había dado una guerra con el
todo el día, se lo quitaba, se lo ponía, saludaba y
hacía mil payasadas y allí tienen que se junta con ELE
XI, en la parte trasera del coche y entre los dos
trajeron gran mitote en todo el trayecto, desde el
estadio de CU hasta San Cosme, por toda la Avenida
Insurgentes, cada uno de ellos asomando la mitad de su
cuerpo por las ventanillas traseras del Hillman,
intercambiando y agitando el bombín para diversión de
los otros carros y de nosotros mismos.
No había
alternativas, todos los carros que salían del estadio
tomaban Insurgentes y así entre porras y gritos,
avanzábamos lentamente y con dificultad, nuestro par de
animados bufones, Hector Galán y Fernando Muñóz se la
pasaron de verdadero "peluche" con el famoso
bombín, echando porras y haciendo bromas con los
jóvenes que viajaban en otros carros, mientras que para
mi lo mas importante era evitar que le dieran un llegue a
mi Pulga. La verdad no había tanta agresividad y en
ningún momento se suscitó ningún conato de bronca, a
pesar de venir partidarios de ambos equipos en los
distintos carros.
Ya para
llegar a San Cosme en la esquina de Insurgentes con
Antonio Caso (antigua calle de Las Artes) me enfrené en
el semáforo y me pasé un poquito de la raya, metí
reversa y como no podía ver nada para atrás por el
espejo, retrocedí sin precaución y otra vez
¡zácatelas!, no fue un golpe duro, pero el carro venía
tan arranado de atrás (4 gentes), que la defensa del
otro carro me sumió la cajuela en el lado derecho.
No pasó
a mayores, pero me dolió que mi Pulga saliera golpeada y
ensombreciera la famosa anécdota del día que Hector y
Fernando compartieron un bombín a bordo del Hombre
Colinita.
Durante
todo el año de 1956, la pulguita siguió dando servicio
a MyM, Manuel y Mario, que la usaban para moverse y
cargar equipos y motores pequeños, que en verdad no eran
muchos pues siendo el último año de profesional, los
trabajos que nos dejaban de proyectos eran básicamente
nuestro examen final, pero teníamos un cliente bueno que
era la Dyna, Fábrica de Máquinas de Coser y allí
llegábamos en nuestro carrito a dar servicio y recoger
algunos aparatos para su reparación.
Para
entonces Mario Ramírez había aplacado sus ansias de ser
corredor de autos como Ricardo su hermano, pues tuvo un
accidente grave, volcando el Oldsmobile (viejo movible)
que su hermano había usado en la Panamericana, en un
viaje donde venían su mamá y su hermana. Por fortuna
ellos salieron bastante bien librados, pero el auto
quedó totalmente dañado.
Rodolfo
seguía armando y desarmando motos y continuaba con su
hobby del aeromodelismo, Georgel prefería meterse a
nadar a la alberca de la escuela (alberca de encuerados,
pues no había mujeres allí) y mi buen amigo Fernando
Muñoz había desaparecido y no sabía lo que hacía,
pues fracasó en la ESIME.
A
principios de 1957, se fundó el Taller Eléctrico MyM y
como el embobinado de motores no dejaba tanto dinero como
creíamos, pronto tuvimos que buscar trabajo y dejar que
Papá se convirtiera en Administrador del Taller y
cambiara así el rumbo de su vida.
Entré a
trabajar a IEISA, empresa dedicada a hacer instalaciones
eléctricas y les gustó mucho que tuviera carro, pues de
esa forma podía trasladarme con facilidad. Recuerdo que
el ingeniero Becker después de mostrarme los sitios que
tenía que visitar, me dijo que de allí en adelante cada
cual por su lado y a trabajar.
La
pulguita comenzó a conocer todas las zonas industriales
del norte de la Ciudad, desde Atzcapotzalco, Vallejo,
Naucalpan y Tlanepantla hasta Lechería y Cuautitlán.
Pues si,
porque en junio de 1957 la empresa tomó el contrato de
expansión de la Planta de Lechería de Good Year OXO y
el Ing. Cires decidió que fuera yo el encargado de dicha
obra, nunca supe porqué, dado que yo era un novato,
mientras que Becker tenía varios años en la empresa.
Para mí era mucho el paquete, pero como yo había
estudiado todos los planos para hacer la cotización me
nombraron residente de esa obra.
Entonces
recorría diario desde la casa de Nogal hasta Lechería,
mañana y tarde. La pulga muy oronda, igual que yo,
entraba todos los días al interior de la planta y se
quedaba por allí estacionada en las calles de servicio
adyacentes a la Planta.
Si tantos
servicios había prestado, ¿díganme porque no se
habría de convertirse en Biblioteca Ambulante?
Todo el
proyecto de ampliación venía de Estados Unidos y la
tecnología de los controles eléctricos para los
motores, entre ellos los de corriente directa, era en esa
época de lo más reciente y yo tenía que estar muy bien
documentado para entender bien lo que estaba haciendo.
Por otra parte, muchos de los cambios requerían de
programación muy precisa, pues la Planta no paraba ni
los domingos.
Así que
necesitaba un lugar donde tener todos mis libros y llevar
allí mismo planos y consultarlos y entenderlos sin que
nadie me interrumpiera y por eso encontré que el mejor
lugar ¡era la Pulga Pedorrra!
Ya sé
que para estas alturas, alguno de ustedes que logre leer
estas páginas, estará preguntando porque Chela sacó lo
de la Pulga Pedorra y seguramente ella se acuerda mejor
que yo, pero parece que de recién llegada, salíamos a
dar la vuelta y los chamaquillos del rumbo de Amado
Nervo, calle que hacía esquina con Nogal, les caía en
gracia el carrito por lo pequeño y por el ruido que
hacía por el escape y le gritaban -¡pulga pedorra!-
Es
verdad, allí dentro de la pulga, pude entender como
funcionaba todo el sistema de control del Banbury No.2,
que tenía un motor de 800 HP y otro de 250 HP, mientras
que en la bodega que teníamos había un restirador, pero
tenía techo de lámina y estaban entrando y saliendo
gentes que iban por material o por herramientas y me
interrumpían de continuo, sin poder concentrarme y
además el calor del techo era poco placentero.
Durante
el día del sismo de 1957, la pulga y su dueño
trabajaron igual que de costumbre y por fortuna ni en la
casa, ni en la obra sucedió nada espectacular.
El año
fue poco a poco llegando a su fin, al igual que las obras
de ampliación de GYO y la pulga y yo seguíamos
recorriendo a diario el mismo camino que nos llevaba por
la tarde, de regreso a casa. No había autopista a
Querétaro y transitábamos por la vieja carretera de
Cuautitlán de tan solo dos carriles, que zigzagueaba a
través de las montañas para desembocar a Tlanepantla.
Debo decirles que había industria, pero en verdad no
había ninguna colonia residencial. ¡Ninguna se
imaginan!.....pero estaba ya construyéndose Ciudad
Satélite y a lo lejos al atardecer podía observar la
reluciente postería del alumbrado público, que estaba
pintada de color plateado y reflejaba los rayos del
sol.....
Nota: El
Hillman nunca me dejó tirado en el camino...
El año
de 1958, hace cuarenta años, fue un año muy
trascendente para nosotros los Aguirre, veamos si no:
Elsa se casó con Héctor el 15 de febrero de ese año,
Mario y yo dejamos IEISA y formamos una sociedad, CYPESA,
con el Sr. Francisco D´Santiago, recientemente fallecido
por cierto, en marzo de aquel año se firmó el contrato
para la construcción de la casa de San Pedro el Enano
(como dice Chela en lugar de Chico) y en el mes de
noviembre, aunque fuera sin bardas, ya estábamos
viviendo allí.
Si el 58
fue trascendente para los Aguirre, no digamos para el
Hillman que en ese año cambió de fisonomía, como
dirían hoy cambió de "look", pues resulta que
la cosa económica iba mejor y decidí que en el Taller
de Ricardo Ramírez que estaba en la calle de Nonoalco,
estaba haciendo muy buenos trabajos de pintura automotriz
pues Mario mi socio, le había diseñado un rack de focos
infrarrojos para mejorar el secado de la pintura y
semejarlo al de fábrica. Quiero decirles que entonces no
había en México taxis amarillos, pues estaban de moda
los "cocodrilos" copia de los taxis
neoyorquinos y los de taxis de sitio eran color coral con
blanco, además en ese año llegaron varios carros
último modelo con una combinación de colores que a mí
me encantó, era un marfil tirando a amarillo, combinado
con el toldo blanco y esa era la novedad.
Entonces,
como a mí siempre me ha gustado el color amarillo, le
dije a Carmela Ramírez, también hermana de Mario y que
manejaba el Taller, que yo quería esa combinación y lo
que sea de cada quién, la pulga mejoró su
"look" en un 100%.
Es
lógico que el Hillman también me sirvió para invitar
muchachas, pues no era lo mismo un muchacho joven con
carro, que el mismo pero a pata. Así fue que desde Irma
Barragán, Irma Herrero, Lupe Malo, Olga Gálvez y María
Antonieta y su hermana Carmela, les tocó pasear en el
dichoso Hillman.
Yo no lo
sabía, pero el 58 era mi último año de convivencia con
el Hillman y además lo tuve que dejar 5 meses encerrado
en su garaje, pues en abril de ese año me fui a Ciudad
Obregón y regresé hasta el mes de agosto. Cuando
llegué, ya D´Santiago y Mario me habían asignado las
obras que teníamos en Acapulco, que eran la
electrificación del Muelle de la Base Naval de Icacos y
el Condominio Bahía que se construía en la Costera.
Mario se
había comprado ya un Ford modelo 1951 de color negro que
estaba en muy buenas condiciones y la primera vez que
fuimos, que fue cuando conocí por vez primera el puerto,
usamos su carro.
A la
siguiente vez, tenía que ir y dudaba en llevarme al
Hombre Colina pues yo sentía que ya no estaba bien del
motor y no iba a subir la cuesta. Sin embargo, testarudo
como soy le dije a otro hermano de Mario, que era él mas
chico y le decíamos el Coca, que por favor me
acompañara por si requería ayuda.
Esa
mañana salimos tempranito de la casa y cuando quisimos
subir apenas el primer tramo, para llegar a la caseta de
cobro de la Autopista a Cuernavaca, la Pulga Pedorra hizo
honor a su nombre y apenas podía subir.
El viaje
se canceló de inmediato y Mario me prestó su carro al
día siguiente.
Ese año
la Pulga se reparó de motor en la supuesta Agencia que
era Mareyna y Jimenez, pero siempre he creído que ese
ajuste fue un fraude.
Para
finales de ese año la Pulga estrenó garaje descubierto
en la casa de San Pedro y debe haber sido en diciembre,
cuando D´Santiago decidió comprar otras 3 pulgas
Fiat-600, una para cada socio de CYPESA y entonces tuve
que desprenderme del querido Hillman y empezar el año de
1959 con mi refulgente pulga Fiat-600 de color azul y con
la leyenda y el escudo de CYPESA en los costados.
Es aquí
donde Chela parece tener una confusión en su historia,
ella dice que después de ella haber usado el Hillman,
paso a ser propiedad de Elsa y Hector y eso en realidad
no fue así. Yo recordaba otra cosa distinta y quise
confirmarla con documentos y fotografías antes de
escribir lo que sigue.
En
realidad, el Hillman nunca fue de Héctor y Elsa, lo que
pasó es que posiblemente porque Elsa estaba esperando a
Elsie y estaba delicada según recuerdo yo le dije a
Mamá que si Héctor quería comprar el carro, que se lo
llevara y lo probara, para ver si le gustaba, pero mejor
lean a continuación las peripecias del Hillman en los
primeros meses de 1959:
Escribió Héctor Galán, ELE XI:
4 de marzo de 1998
Al fin
me integro al grupo de paquidermos, llego un poco tarde
al punto de recordar situaciones pasadas que fueron
chuscas, pues bien recordaré para ustedes la vez en que
viviendo en la colonia Centinela y mi primo Pepe Vela
vivía en la Educación, colonias muy próximas una de
otra, tanto Pepe como yo trabajábamos en Nestle, que se
ubicaba en Plaza de la República (Monumento a la
Revolución) la Prieta y yo teníamos el famosísimo
Hillman, que Chela a través de mi suegro se sacó en un
sorteo de Novedades y no de El Universal como alguno de
ustedes piensa. En fin esa aclaración la dejo para mejor
ocasión. Un día Pepe y yo íbamos hacia el trabajo,
cuando de repente el Super Hillman V18 se quedó sin
acelerador. Los grandes conocimientos mecánicos de Pepe
y míos, nos permitieron seguir adelante, atando un cable
eléctrico, - que Manolo quien sabe porque traía en la
cajuela - al acelerador, cerramos el cofre pasamos
el cable por la aleta del lado del chofer, lo
introdujimos al carro, y mi primo Pepe jalaba el cable
(aceleraba) cuando yo se lo indicaba, de igual forma
dejaba de acelerar para yo efectuar el cambio de
velocidad o disminuir la velocidad. Estabamos bastante
bien sincronizados y cuando él trafico lo permitió y ya
íbamos en cuarta, Pepe jalaba y jalaba el cable la
velocidad se volvió impresionante, mi primo Pepe de
repente con una voz llena de angustia se dirigió a mí
diciéndome -primo por favor no corras tanto-, a lo que
yo le respondí, -baboso si eres tu el que viene
acelerando yo solo vengo moviendo el volante-, la
reacción inmediata de Pepe fue en el acto soltar el
mentado cable o acelerador...
Abur,
abur, hasta aquí la presentación de elefante XI.
Escribió Héctor Galán Pane:
11 de marzo de 1998.
El carro
Hillman era un vehículo mediano, pero a pesar de su
tamaño era de cuatro puertas. Una vez hecha esta
aclaración, en otra ocasión que también íbamos Pepe
Vela y yo en el Hillman, rumbo al trabajo, nos
encontramos en una calle de la colonia Narvarte a una
compañera de Nestle, de nombre Alicia Ríos, la cual era
más fácil brincar que rodear, es decir que era bastante
gordita. Ella se subió a la parte trasera del
carro y así continuamos nuestro recorrido, yo tenía
programado ese día llevar el carro a servicio a una
gasolinera que se halla ubicada en Insurgentes y
Sullivan, en la glorieta de Cuauhtemoc (Paseo de la
Reforma), nos tocó el alto, y para esto al carro se le
había apagado el motor tres o cuatro veces esa mañana,
pero siempre encendía fácilmente, y también ahí
volvió a prender, tomamos Reforma para luego dar vuelta
en París y así salir a Insurgentes. Al dar la vuelta mi
primo Pepe dijo huele mucho a gasolina, sacando al mismo
tiempo la cabeza por la ventanilla y el carro una vez
más se paró. Al darle marcha de nuevo, cual fue nuestra
sorpresa que aventó una llamarada bastante fuerte, mi
primo no se como logró bajar del carro en un santiamén,
pues cuando yo lo busqué el ya estaba parado en el
camellón de Reforma o sea a unos 50 o 60 metros del
carro. La pobre de Alicia por su volumen no podía bajar
y el carro ya tenía fuego dentro del cofre y en la parte
baja. Unos muchachos de un estacionamiento me ofrecieron
sacar los extintores para combatir el fuego, pero yo les
dije que primero tratáramos de sacar a la gordita antes
de que se nos queme.
Esta
es otra anécdota del famoso Hillman, tan famoso como fue
el Carro Gris que tanto preocupó a nuestros padres
durante los año 20s.
Espero
estimado cuñado este recuerdo sirva para acrecentar tu
gran historial sobre este hermoso y grato vehículo.
Escribió Manolo, ELE I: 12 de
marzo de 1998.
Bueno
cuñado, tienes razón, después fue un carro mediano
porque salieron otros más pequeños, como el VW sedan y
el FIAT-600, pero de recién salido llamaba la atención
porque comparado con los carros americanos se veía muy
chiquito, a pesar de sus cuatro puertas.
Tu
anécdota de la Gorda es genial y la verdad esa no la
conocía en lo absoluto, mientras que la del
"acelerador de mano" que improvisaron esa si la
recordaba, pues alguna vez nos la platicaste.
La
siguiente anécdota, es muy posible que no sea del
Hillman, pero tal como me la contaste, se las cuento...
Como
María la de la canción, el ELE XI en el Hillman,
"iba alegremente zigzagueando por la gran
ciudad" y en una de aquellas frecuentes maniobras
acostumbradas por esos lares, pues debe haberle dado un
"leve cerroncito" al carro de atrás con las
consabidas consecuencias. Y aunque al ELE XI, no le
gustaba nadita aquello, se hicieron de palabras,
lógicamente de carro a carro y sin bajarse. El del otro
carro no controlando su ira, le toco 5 veces el claxon en
acompasado ritmo (ta, ta, ta ta ta) lo cual no agradó
nada al ELE XI, pero el por el contrario se controló
heroicamente hasta llegar a la esquina y ver que estaba
el clásico Policía (tamarindo) de crucero. Entonces
asomó la cabeza por la ventanilla y le dice, acusando al
"grosero" muy inocentemente - Sr. Oficial
ese del carro de atrás me viene mentando la mamá -.
El agente paró al del carro de atrás y le saco la
consabida mordida o infracción, mientras que el ELE XI
continuó así su alegre zigzagueo por la gran ciudad...
Tu me
corregirás ELE XI...
Escribe Manolo, ELE I y finaliza
este relato: mayo de 1998.
Bueno por
lo escrito pueden ver que la experiencia de ELE XI con el
Hillman fue en verdad de risa y aunque lo transportaba
bien, sintió que era mejor conseguir otro vehículo en
mejor estado, devolviendo el Hillman y si no mal recuerdo
comprando un poco después un auto marca Chevrolet.
Fue
entonces, por allí de marzo de 1959 que Chela, ¡por
fin!, pudo usar el auto que en 1953 oficialmente había
ganado en el sorteo. Para esto recuerdo muy bien que me
dijo, que ella no quería andar pidiendo ayuda y que
quería saber desde cambiar una llanta, pasarle corriente
o bombearle al carburador, como ya nos platicó.
Las fotos
de Chela cambiando llantas las podrán ver cuando envíe
todas las imágenes que van ligadas a este relato y allí
se darán cuenta porque pudo manejarlo todavía varios
años.
De hecho
como ella dice, después lo cambió por el Fiat 1100 rojo
y eso fue en mayo de 1962. Ese carro era modelo 1959 y se
lo vendió Ricardo Ramírez en $13,325.00.
En mayo
de 1962 el Hillman pasó a manos del también famoso
maestro Jacobo, él lo usó todavía hasta el mes de
febrero de 1963 y finalmente se vendió en esa fecha al
Sr. Miguel Ley Alegría, que vivía en la calle Norte 66
No. 5220, Colonia Bondojito, en $ 3,500.00.
Todavía
llegué a ver al Hombre Colina circular por esas calles
de la Bondojo ayudando a su nuevo dueño a cumplir con su
cometido, pero es posible que algunos años después,
moviendo sus chistosas "manitas" en señal de
despedida, se haya perdido para siempre en el infinito
sin que jamás lo volvieramos a encontrar.
Si
observan bien, el Hillman estuvo cerca de nosotros 10
años exactos y al menos a mí, me dejó en la frente
grabados sus muy gratos recuerdos y su marca por demás
imborrable, "La Marca del Hillman",
que llevo aún arriba de la ceja derecha....
Lo más que se me ocurre decir,
después de todo lo narrado es... ¡Gracias
Papá, tu lo lograste!
Se terminó de escribir el 16 de
mayo de 1998.
ELE I
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